Corría por el sendero las rosas blancas
con la espera del amado en la reja del Cristo
y grito él en su espanto al no verla:
-
¡dime! ¿qué castigo se iguala a esta pena?
pero…para cuando quisieron escucharle,
ya le clavaban en el pecho mil puñales
y ella, llorando en el mortero de la calle,
dijo con los ojos cerrados:
-
soy una, la última y la primera, en este amor
que ya nadie encuentra.
Corría por el rio la sangre de sus letras,
rojo vivo, rojo de pasión,
y hallando al amado dormido con el aliento ya frío,
puso su mano en el pecho de ella
queriendo darle, lo que ya era de él.
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