Me cuesta


Me cuesta mantener tu mirada, mantener la mía,
y mantenerme de pie en las despedidas.
Me cuesta seguir luchando a ciegas,
me cuesta, me cuesta más de lo deseado,
más de lo esperado y aún más de lo que te imaginas.
Me cuesta no saber medir el cariño de una mano,
creerme que las cosas a veces son posibles,
ver la realidad fuera de mis líneas donde habito,
y recordar cuál fue la última vez.
Me cuesta no tartamudear con el latir de mi corazón cuando te veo,
me cuesta que mi estomago se calme a cada roce de tu piel,
y me cuesta cada vez que te marchas
porque me quedo sin aire.


 
-Estar al lado tuyo es como estar conmigo mismo en paz-

 

Traviata


Se alzaba la traviata sobre el desayuno en flor  de aquella primavera prometedora para sus ojos, y mezclando el embrujo del roció con la esperanza de los rayos del sol, andaba con los pies descalzos, sorteando el camino por el pasto verde y fresco, de aquella pradera que escondía la guarida del loco bohemio, donde escribía y bebía, escribía y bebía, y de nuevo a lo mismo.
Y con su bufanda amarillenta y el humo en sus dedos, danzaba por los pasillos de la calavera, aquella que le daba cobijo en sus noches heladas de fantasmas y fantasías.
De fondo, un Silvio aún joven, con el agudo sobrevenido y la guitarra astillando los acordes que retumbaban en las acartonadas paredes de las habitaciones, llenaba sus manos de mil relatos y sonrisas, imaginando finales, principios y lugares. Cubriendo cada rincón, creando posibles con las metáforas de un abril sin lluvia, y con la tinta que graba las lágrimas de los besos perdidos, juraba y juraba en el vacio de su silencio cada línea escrita

Se alzaba la traviata y sus amores que aún recordaba, entre tanto, el domingo terminaba con la última hora, y durmiendo sobre la luna soñaba los sueños que aún tendrían que llegar.

Nunca más se volvió a ver a la traviata en aquella textura tan infinita. Dicen, que alguien, en algún lugar sigue escribiendo por ella.