Felices para ser libres.

Desgañité a mis manos
persiguiendo tintas ajenas.
En años añiles hubieran sido cuentos
ahora es la real cruda retina de mis días.

Lapidé lunes con tan solo un cierre de labios,
adorné las resacas con manzanas de miel
y azucarillos en la salita de estar.

Para después de la siesta
éramos santos pero con muchas ganas de pecar
y siempre estaba ahí la primavera para convencer.

A nadie le interesaba deshojar,
la intención era florecer.
Fuimos autores de letras
que nunca amanecieron
y dueños de portadas
que acompañaban a nuestras almohadas.

Con los años aprendimos al lado del limonero
que el dolor de cabeza
se cura con noches de almendro.

Pero ante todo lo mejor fue saborear la tarta
en la antesala de la sobremesa
en el fondo del ojo pez de un hielo maldito

que nos hizo ser felices...una vez más.