El silencio de después.

No miento si te digo que una vez ame
y sin embargo no lo sabía,
nadie me preparó para entender al corazón.
Y yo que no entendía de besos
anduve por andar entre sus labios,
creciendo en sus pechos como un malcriado
y olvidando por las noches sus abrazos,
creyendo que el calendario no iba conmigo.
Y para cuando aprendí a descifrar
lo que sus ojos me gritaban,
me estalló en la almohada un infernal adiós,
con una nota en la mesita de noche que decía:

nada es para siempre.