No lo dudo.

Trescientas diez mañanas preguntándome que sería estar a tu lado,
y cada poro de mi alma estallando en mis mejillas
creyendo y construyendo que… “imposible” era una mentira.
Conviví en trescientas once noches con un ejército malvado de hormigas,
que removían los cajones de mis poemas tarareando al unísono las canciones,
que una vez le prometí a Benedetti nunca escribir.
Y acompañado de un piano desafinado sobresaltado por un… -La- inconformista,
que tras contagiado por los labios del que quiere querer,
terminé sellando con Drexler que mi último camino terminaría en la orilla de su corazón.
Pero… me faltaron luces y estrellas, y más lunas y camino, y consumo y delirio,

para convencer a mis ojos que la verdad, ya no estaba de mi lado.