No hay igual.


Eres el reflejo
de las palabra susurradas
en medio de la noche,
de cada poema que derramo,
el miedo y a la vez la alegría,
la duda enredándose con la pasión.
Eres la dueña de estas cuatro paredes,
de las horas de mi sien,
del sueño y la luz de mi ventana.
Eres el poder de mis piernas,
la marca de mis pasos,
el brillo que nada en mis ojos.
Eres el agua entre la arena,
de un paraíso inventado en tus cabellos,
el grito en el vacío,
el todo que anula la nada,
la espera dulce que calma mis pesadillas,
el antídoto que cura las heridas.
Eres el destino de mis versos
el porqué de cada día.

Sin hielo.


Sandalias de claqué en el ropero,
cuatro estrellas, una cama donde soñar,
la castellana arrasando los minutos,
prisas, burbujas entre sonrisas,
y cena para dos con mantel de puntilla,
flores para el centro, margaritas deshojándose
al son del piano de Yann Tiesen,
un libro de Neruda para después,
y el vino disipando la duda.

Espera que acerco yo la silla,
y cuéntame al oído,
como es eso de estar enamorada.

Desvelándome por el día.


Yo tengo una mirada perdida
que busca caminos imprecisos,
en murmullos infinitos,
entre el caos y la duda,
entre el amor y la locura.