365 días escribiéndote.

Arruga mis poemas
porque ya no quiero
saber nada de las letras,
porque siempre estuve detrás de la rima
para conquistar lo que nunca tuve,
y así es, nunca lo he tenido.

Quema mis quejas,
porque ya aprendí
a controlar mi locura,
a callar los gritos,
a limar los arañazos de mi afonía
y a dibujar las lágrimas del ayer,
para pintar los sueños
que hoy invento en mi insomnio.

Ahoga el silencio de mis días,
deja que el viento
dance con mis manos
sellándome este invierno,
bajo la manta donde soñé besarte.
Ahora escribe los versos
con los ojos cerrados,
pero recuerda que mañana
ya no existiremos.

Fotografía el minutero
de nuestra almohada.
Baila y como dicen…
no mires con quién.
Salva la rima de mi ortografía,
haz imperfecto lo perfecto
para respirar y creernos
que hoy es nuestro día.

Congela el paso de mis ansias
y desliza el peso de mi andar,
para que siempre sea posible.
Graba en tu pecho
la linde de mis pensamientos,
surca en mis labios la esperanza
de una noche más.

Borda en tus medias
la latitud de mis suspiros,
y enreda en mis pestañas
los hilos de tus cabellos.
Pero no me pidas
que te eche de menos,
aunque me pasaría toda la noche
besándote.

Y ahora que haces daño
tu aliento es mi alimento,
mi sueño las horas del día,
y mi adrenalina busca tu furia,
mi sangre vive en tus venas
y la mueca de tu sonrisa
es el diario de mis ojos.
Pero no es rabia lo que siento,
tampoco sé que quiero
pero descubro con solo mirarte,
que es lo que siempre he deseado.

Después de la última canción
serás mi última llamada.