Sin frenos.


Eres inevitable para mi corazón, e imprevisible ante mi razón.

Lo último será olvidar.



Me he convertido en el precipicio,
que precipita el corazón helado
al vacio ante un invierno sin ti.
Y es que prefiero el blanco antes que el gris,
y una garganta destilando ron barato,
que mil veces decirte que sin ti no puedo vivir,
porque hasta el poeta se cansa de soñar lo soñado.