Pasados posados.



Recuerda bien el que no quiere olvidar,
y a mí en una tarde sin tino
me vino el aguacero en la retina,
ese mismo que ya caducó años de desamor,
en el que guardé en un cuadrilátero de cartón
los minutos de un corazón,
que suspiraba por las mañanas con desazón
por la falta de valor.

Y es que recuerdo con cierta lejanía los cuadros de aquel salón,
donde tuvimos la maravillosa idea de amarnos,
pero la prisa desafino nuestros destinos,
y en un domingo de almohada compartida,
el miedo vestido de luna trajo consigo de nuevo
el orden a nuestras vidas.

Volvieron los cajones ordenados, las sabanas estiradas,
la cafetera medio llena, la bañera convertida en un glacial,
el balcón en minúsculo, y la calle raquítica donde se regalaban besos,
en la cuesta de enero de un invierno hastío.

Y sin embargo, después de lo que la vida misma arrebata,
o lo que uno deja pasar, según se mire,
confieso que agradecido estoy,
ya que estas líneas viven en mí porque en mí existió el amor.

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