Te busqué


Parecía que iba a ser la mañana más fría que me había encontrado hasta ahora.
Tenía dejado en el tintero un par de colores ya secos por el viento,
pero las últimas lluvias habían calado ya en la tinta,
y se deslizaban por la cocina el verde y el azul mezclándose tímidamente.
La casa seguía vacía, hay cosas que no cambian,
y solo habitaba el polvo a olor a recuerdos.
El sol calmando las paredes de un pasillo que parecía interminable,
hacía más amable sentirse allí en medio de la nada,
y la voz que tantas veces taladró mi piel vivía ya en una ausencia indomable.
Pero en el resquicio de la puerta de mi habitación
sonaba cabizbajo el desafino de unas cuerdas oxidadas,
y volví a imaginar lo que asumí por perdido.
Entonces empezaron mis manos a jugar con el aire,
ha remover en los cajones viejas risas, conversaciones, sabores pasados,
y comencé a viajar entre aquellas cuatro paredes que me vieron crecer,
por caminos que nunca supe de su existencia.
Y me puse a bailar, a pronunciar carcajadas y a arrugar mis mejillas.
No sé aún cuanto tiempo estuve en aquel estado.
Pero todo termina, incluso lo que uno más desea,
y sin más explicación la puerta se cerró,
calló el silencio como si se tratase de un telón de acero:
preciso, imparable, cortante e injusto.
Injusto porque sentía que el tiempo
aún no me había concedido la oportunidad.
Regrese al salón, rodeé con mis ojos todo lo que una vez viví,
y acumulé todos los recuerdos posibles que me iban entrando
en una maleta carcomida que encontré.
Sabía que era el momento de irme,
las estanterías agrietadas ya gritaban su último suspiro,
el cerrojo hace años se jubiló y las ventanas ya permanecían selladas
Me fui, y está vez para no volver.

Pd. Gracias por encontrarme.


No hay comentarios:

Publicar un comentario