La vida de los árboles. Capítulo I


Me acercaba a tu alma
e Iluminaba tus pasos,
cantando mudo al aire con tus labios
posado en la palabra.

No quería buscarte ni aspirarte,
tan solo robarte una sonrisa
para luego salir corriendo,
sabiendo que era yo.

Rogaba a mi pecho por este dolor,
porque eras el mejor secreto guardado,
eras el viento removiendo mis actos,
un pecado que termino por derramarse,
que brotaba por las noches
y moría en el día.

Eras el verso inacabado suspendido
en el suspiro de mis soledades,
eras tal y como te recuerdo
y yo, no era más que el intento,
de aquel niño al que querías enseñar,
tal vez, una hoja perdida en el diario de tus fantasías.

Y de estas manos que te sintieron
ahora me hablan, me asientan,
en estos domingos que hago míos
cuando vuelvo a escribirte,
porque por un instante, dentro de mis poemas
regresas a mi alma, a mi vida.

1 comentario: