Sin remedio

Tropecé con tu primavera de flores marchitas,
adorando al ruiseñor de tus versos,
creyendo que la lejanía era un mal sueño,
de estas noches que cubrí de silencios mis besos,
y al suspirar con el viento del norte,
el oleaje de tus manos calmo las dudas de mis rimas.

Tropecé en el rocío de tus enojos,
con tus ojos clavados en los míos,
calando los minutos de un tiempo injusto,
que ahora recuerda este diario malhumarado,
porque nunca aprendió a curarse solo.

Tropecé con las letras de estos poemas,
que vivieron mudos en tus olvidos,
desatendidos quedaron a esperas de un nuevo día,
para volver a ser lo que eran
y alzarse de nuevo, en la primavera que una vez imagine.

Tropecé con la calma de una noche escribana,
que cruzaba con la luna estrofas de amor,
y al llegar la mañana me vi escapando de ti,
sin otro remedio para poder ser feliz,
dejando atrás el sueño, de un te quiero.

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