Fue abril el paseo desnudo
de un balcón mudo
que llenó mis manos de mundo.
Y fue así como amasó el poeta
la forma de seguir doblando
la tierra con el cielo.
Fue que la nada aprendió de mí
y en su silencio escuchó mi sintonía.
Allá quedan las grietas con el sentir,
el frenesí desquiciando los bajos del colchón
y los cipreses jugando sobre la hoguera.
Fue cuando llegó la lluvia
llameando en mi ventana,
y al gritar mi garganta desolada
en aquella recta enviciada,
aprendí que tengo mucho que contar
y poco que decir.
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